sábado, 2 de octubre de 2010

La extinción anunciada de una especie en el medio rural

Hace unos años par de años asistí a unas jornadas de pueblos con territorios en Parques Nacionales y en una de las ponencias se trató este mismo tema. Se está hablando de la extinción de muchas especies como el lince ibérico, el águila imperial, el buitre negro… pero muchas veces en los mismos hábitats donde encontramos estas especies tan singulares encontramos otra más común: la especie humana.

Es cierto que la especie humana no se encuentra ni mucho menos en peligro de extinción pero si no fijamos a nivel local si que podremos entenderla como una especie “sensible a la alteración de su hábitat”.

Hace también unos años que por cuestiones de trabajo tuve la suerte de vivir en una localidad de unos 390 habitantes, situada en el corazón de los Montes de Toledo y en la parte septentrional del Parque Nacional de Cabañeros. En esta población, como en otras muchas de Castilla-La Mancha, la vida ha estado ligada durante años a la explotación del medio agrícola mediante la ganadería y la agricultura. Se trataba en muchos casos de una economía de subsistencia, asemejándose el ciclo de la materia al de un ecosistema “cerrado” donde todo lo que se producía era consumido en la localidad y devuelto de nuevo al medio que lo originó (hablo siempre a “grosso modo”).

En la actualidad, paseando por el municipio y los alrededores podemos encontrar los restos de estas actividades: molinos con sus caces derruidos y perdidos, huertos invadidos de zarzales, campos de labor cerrados por jarales, caminos y vías de paso cortados por alambradas de grandes fincas cinegéticas y cerrados de monte, sendas de acceso a carboneras cerradas de matorral, robledales antaño carboneado llenos de jóvenes rebrotes de “rebollo”…. Cuando paseamos hoy en día por estos lugares es fácil imaginar cuando se labraban estas tierras y había gente que habitaba casillas y molinos.

Hoy en día vivimos en un periodo de bonanza económica. Atrás quedaron ya los tiempos de la posguerra y las hambrunas. Un mercado “global” nos abastece de todo lo necesario para el día a día, desde suelas para nuestros zapatos hasta patatas para nuestras cocinas. Afortunadamente quedaron atrás los tiempos en los que se tenían que cultivar los más míseros retazos de tierra para sacar adelante a la familia.

Pero razonando desde nuestro punto de vista como profesionales y estudiantes de la biología debemos llegar más allá de las consideraciones sociológicas o económicas, sin perder nunca de vista éstas ni el bienestar de nuestros semejantes.

Pensemos en el paisaje que se vivía en los Montes de Toledo hace unos cien años. Tenemos documentos históricos que nos hablan de ello e incluso de tiempos más recientes. Además el tiempo aún no ha borrado las huellas de los cultivos y explotaciones que se han venido manteniendo hasta tiempo reciente (unos 30años atrás) en la zona.

Según nos cuenta la historia y según nos hablan los paisajes, los Montes de Toledo han tenido una constante ocupación humana desde tiempos prehistóricos. El fuego ha sido un elemento destructor y constructor de paisajes. El hombre ha conservado el monte mediante antiguas “legislaciones” protectoras de la caza y la leña y ha creado campos de cultivo y dehesas que potenciaban la ganadería y la agricultura en estas zonas tan deprimidas.

Es curioso si nos fijamos en que las especies emblemáticas de los Montes de Toledo han coexistido con la especie humana dentro de un paisaje común, del que tanto animales como humanos se aprovechaban. En los pastos abiertos entre el monte y en las huertas abundaban los conejos de los cuales se alimentaban especies “emblema” como el águila imperial y lince ibérico. De los ganados que morían en las dehesas se alimentaba el buitre negro, el cual hace sus nidos en los árboles aislados

“creados” por la mano humana en las zonas adehesadas. En general, el monte, los árboles, las plantas, los animales… que han llegado hasta nuestros días no sin sino el legado de los antepasados que habitaron en estas tierras.

En la actualidad se habla del “desarrollo sostenible” y de la “biodiversidad” como si fueran cosas descubiertas anteayer y en realidad se descubrieron hace siglos. Si el labrador no cuidaba sus suelos, sus cosechas disminuían; si el carbonero talaba todos los árboles, podía perder su fuente de madera; si el corchero dañaba los alcornoques, podría perder la saca de campañas posteriores…

Es cierto que hoy en día los métodos de producción son más agresivos con el medio ambiente, pero en las zonas menos productivas y menos desarrolladas como las que nos ocupan los rendimientos de los cultivos, la economía local y la climatología, no permiten grandes insumos que alteren en gran medida los ecosistemas.

Debido a múltiples causas: falta de servicios sociales, aislamiento, presión de la globalización de las producciones, infravaloración de la actividad agraria… Los agricultores y ganaderos en poblaciones pequeñas y aisladas se ven cada vez más forzados a abandonar los trabajos en el campo, observándose una recolonización del matorral por doquier en extensiones que fueron tradicionalmente cultivadas.

Este abandono del campo está promoviendo un descenso de la diversidad en las teselas del paisaje lo que conlleva la homogeneización del mismo y la pérdida de hábitats tan valiosos como los pastizales para el conejo (base de la alimentación de especies especialistas como el lince y águila imperial). Hablando de homogeneidad de los terrenos no hay que olvidar que una de las desventajas de los terrenos homogéneos es su igualdad de condiciones para hacer frente a los incendios, es decir, no hay nada que impida el avance de un fuego en los inmensos e impenetrables matorrales que se están generando.

Pero es que además el hombre en su acción destructora y constructiva mantenía vías de acceso a casi todos los rincones de las sierras al tener sus ocupaciones en estas tierras. El corchero accedía a cada alcornoque, el cabrero subía a las cuerdas y bajaba a las vegas, los carboneros se aprovechaban de los árboles más débiles y enfermos a la vez que del matorral, los recolectores de la cachimba sacaban buenas cantidades de brezo y abrían veredas para sacar este material… en fin, se creaba una red de caminos sendas y veredas que daban acceso a cada rincón del monte, cosa tremendamente útil en caso de incendio o de accidente en el medio natural.

La extinción del hombre en los ecosistemas agrarios está viéndose en algunos sectores de opinión como una oportunidad para volver a la vegetación climática que debió existir en estos lares hace… ¿cuánto? Hay que pensar que este paisaje que tenemos hoy en día en casi todas localidades de Castilla la Mancha ha sido modelado por el hombre desde hace miles de años y así ha merecido la declaración de dos Parques Nacionales, cuatro Parques Naturales, ocho reservas naturales y un más de una decena de Monumentos Naturales, LICs, ZEPAs,… todos ellos, al final, con una intervención humana en alguno de sus momentos, incluso en la actualidad.

Hoy en día el abandono de los pueblos y del campo es un hecho que difícilmente va a parar. Nos están vendiendo que el turismo rural salvará a muchas localidades de desaparecer, pero qué pasará cuando el turista se encuentre con un campo impracticable, homogéneo, deshumanizado, sin caminos, sin diversidad…

¿Quién sabe hacia dónde se dirige un ecosistema mantenido durante más de dos mil años por la especie humana si se elimina uno de los eslabones de la cadena

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